Miraba yo tus cabellos, largos y negros, que abrazaban tu espalda
ligeros, suaves y brillantes, hasta podrían enredarse.
Tus ojos miraban a los míos dulcemente, entristecidos, como despertando
en mi un sentido que no existe y ni pensar que hubiese existido.
Tenia pues tus labios junto a los míos
y no había ruido alguno
solo el respiro de ellos, un pequeño murmullo de la noche
y la mirada plena de la luna junto a la orilla
donde tu silueta dibujada total y perfecta.
Era ese momento donde me atreví a besarte, donde no hubo freno
ni latido que fuese apagar aquel mágico amor
que a la orilla de tus cabellos nació.
Imagen tomada de internet
Adayris Castillo
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